sábado, 8 de octubre de 2011

Eufemismos e impersonales como sustento histórico.

CC By-SA © 2011 Andrés Leonardo Martínez Ortiz. Some rights are reserved. This document is distributed under the ”Attributions-ShareAlike 3.0” Creative Commons License available here.

Friedrich_HayekDespués de haber oído hablar de él mucho tiempo, comienzo a leer Camino de Servidumbre, de Friedrich A. Hayek, destacado economista de la denominada Escuela Austriaca.

Apenas llevo un par de capítulos y ya tengo la sensación que mucho de lo que se dice del texto y del autor parece venir de personas que no han lo han leído. Sin ir mas lejos, el autor insiste en la introducción que liberalismo no es laissez-faire, llegando incluso a afirmar que "nada ha hecho tanto daño a la causa liberal como la rígida insistencia de algunos liberales en ciertas toscas reglas rutinarias, sobre todo en el principio del laissez-faire".

En fin, al margen de lo que el resto del libro me depare, tropiezo al comienzo del primer capítulo con la siguiente reflexión, ciertamente extensa:
Cuando el curso de la civilización toma un giro insospechado, cuando, en lugar del proceso continuo que esperábamos, nos vemos amenazados por males que asociábamos con las pasadas edades de barbarie, culpamos, naturalmente, a cualquiera menos a nosotros mismo. ¿No hemos trabajado todos de acuerdo con nuestras mejores luces y no han trabajado incesantemente muchas de nuestras finas inteligencia para hacer éste mundo mejor? ¿No se han dirigido todos nuestro esfuerzos y esperanza hacia una mayor libertad, justicia y prosperidad? Si el resultado es tan diferente de nuestros propósitos, si en lugar de disfrutar libertad y prosperidad nos enfrentamos con esclavitud y miseria, ¿no es evidente que unas fuerzas siniestras deben haber frustrado nuestras intenciones, que somos víctimas de alguna potencia maligna, la cual ha de ser vencida antes de reanudar el camino hacia cosas mejores. Por mucho que podamos disensir cuando señalamos el culpable, séalo el inicuo capitalismo o el espíritu malvado de un particular país, la estupidez de nuestros antepasados o un sistema social no derrumbado por completo, aunque venimos luchando contra él durante medio siglo, todos estamos, o por lo menos lo estábamos hasta hace poco, ciertos de una cosa: que las ideas directoras que durante la última generación han ganado a la mayor parte de las gente de buena voluntad y han determinado mayores cambios en nuestra visa social no pueden ser falsas. Estamos dispuestos a aceptar cualquier explicación de la presente crisis de nuestra civilización, excepto una: que el actual estado del mundo pueda proceder de nuestro propio error y que el intento de alcanzar algunos de nuestros más caros ideales haya , al parecer, producido resultados que difieren por completo de los esperados.
Hay que aclarar que el autor no hablaba de la actual crisis, pero al margen del tiempo transcurrido, el párrafo parece describir perfectamente, siempre bajo mi punto de vista, la situación actual. Para evitar inferencias intelectuales de dudosa justificación, tampoco adoptaría yo, sin más, el resto de conclusiones del autor en el texto. En mi caso, debo esperar a concluir su lectura antes de, previa introspección, conclusiones adicionales.

En cualquier caso, reflexionando sobre el párrafo anterior, parece como si de manera colectiva hubiésemos incurrido en la dilación del servicio, en el abandono de nuestras más básicas nociones de supervivencia individual y comunitaria. Pero lo que es peor, llegado el momento de buscar soluciones, la situación empeora.

El problema se agrava cuando el eufemismo se convierte en testimonio histórico y la realidad se desdibuja en expresiones que diluyen la causa y la solución de los problemas Se proponen relatos de exigua concreción para explicar los sucedido, con protagonistas como: los ricos, los mercados, los especuladores, los jóvenes, los indignados...

Parece como si cada uno de nosotros, eligiésemos como causantes de los problemas, y como soluciones de los mismos, a actores que están lo más lejos posible de nuestro campo de acción, como si quisiéramos evitar responsabilidad alguna o compromiso en la labor que esta por hacer.

El camino abandonado, pasa por recuperar el lenguaje como vía única para resolver nuestro presente y recuperar el futuro. Desterrar eufemismo e impersonales, ante el terror que nos acecha. El terror.


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