Se trata del relato memorístico de un periodo de unos 60 años en los que la humanidad alcanzo simultáneamente sus más altas cimas de la cultura y la ciencia, así como de la barbarie. El autor, en su condición de intelectual, judío y austriaco, fue testigo de primera mano y por dos veces, durante la primera y segunda guerras mundiales, busco incansable un hilo de esperanza, que no fue capaz de encontrar.
Y la importancia de su experiencia radica en la dolorosa descripción que hace de esta denodada ambición destructiva. De cómo, a la par que los más importantes desarrollos culturales, científicos y sociales de los últimos 2000 años, distraídamente se alimentaban los odios más profundos. De cómo una vez iniciadas las hostilidades, la seguridad en la victoria, la prepotencia, evito el cese temprano de las acciones de guerra, de los holocaustos.
En una línea muy similar, por cierto, D. Santiago Ramón y Cajal declara sentimientos similares en el prólogo de la edición posterior a la Primera Guerra Mundial de su obra Reglas y Consejos Sobre Investigación Científica.
Por lo demás, un interesante recorrido a las costumbres y sociedad de una época distante ya, y lo que es más importante para mi, la recopilación de grandes intelectuales europeos de principios del siglo XX.
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