El autor y sus obras me parecían conectadas con varios de mis autores preferidos, como John Fante y su Pregúntale al polvo , William S. Burroughs y su Almuerzo Desnudo o Bret Easton Ellis y su Menos que Cero.
Para mi, este tipo de autores, llevaron sus descripciones narrativas a los extremos más lejanos de la depravación, para sorprendernos una vez allí, con un puñado de niños asustados. Y en esta misma línea literaria creo encontrar Vineland.
Desde un punto de vista estético, el texto mezcla diversos estilos, y hace su estructura un tanto difícil de seguir, partiendo de un puñado de hippies enganchados a diversos tipos de drogas y con poderes poco definidos, que milagrosamente les permiten ir tirando. Hilarante a veces, densa otras, profunda y alimentando la reflexión también en ocasiones.
Y en estas andaba yo, tratando de vadear la marisma narrativa de leer con jetlag y a deshoras, cuando tropecé con el excelente film Inherent Vice sobre otro de sus libros, en el que encontré ciertas similitudes con Vineland, y que proporcionó el impulso definitivo para colocar al autor dentro de mi colección de recomendados.
En definitiva, altamente recomendable, ambos, el film y el texto.
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