Es ahí donde situa la responsabilidad del daño causado, tanto a las victimas del terrorismo, como de la destrucción moral y social de los abertzales. También deja patente la manipulación impulsada por el entorno y la Iglesia Católica, que queda reflejada como instigadora del odio y manipuladora.
El texto tiene también voluntad paradigmática: En unos de los últimos capítulos el autor parece explicar su postura ética como escritor, por boca de uno de sus personajes, aclarando la necesidad de que la literatura, el cine, el periodismo, normalicen la visión del nazionalismo, tan deformado culturalmente.
En este sentido, encuentro enormes similitudes con lo que Crematorio supuso en su momento, atreviendome a afirmar que Fernando Aramburu es al nacionalismo, lo que Rafael Chirbes lo fue a la corrupción.
Recomendable.
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