Llevaba ya unos meses con ganas de leer novela, así que me decidí por este libro de Kate Millet. Se trata de un relato de tintes autobiográfico en el que la autora narra los años en los que se enfrentó con incertidumbre, incredulidad y, porque no, ingenuidad a la enfermedad mental.
Si bien las contraportadas (¡ay!, las contraportadas) lo presentan como un excelente ejemplo de denuncia de la ausencia de derechos de los enfermos mentales, se me antoja un tanto confuso, en tanto en cuando, la autora se declara víctima de un sistema de tratamiento psiquiátrico que tilda de cruel, para finalmente reconocer su enfermedad y la necesidad de tratamiento.
La historia atrae toda la atención en la autora, que se enfrenta a todos en su negativa a recibir tratamiento, para mostrar unas reflexiones superfluas, más centradas en ajustar cuentas con todos aquellos que de una manera u otra convivieron con la autora durante esos años. Resulta extraño que incluso cuando reconoce la necesidad de recibir tratamiento, lo hace como a regañadientes, como forzada por la sociedad. Extraño.
Tanto es así, que los reproches, más teniendo en cuenta que la enfermedad fue real, parecen incluidos para ilustrar los episodios maniacos, aunque siguiendo la trayectoria de la autora, de convicción y militancia anti psiquiátrica, aparentemente serían reales.
La mayor parte del texto no relata nada relacionado con el tratamiento o el sistema de sanidad mental, y solo una pequeña parte se sitúa en el periodo que la autora paso en un centro psiquiátrico en Irlanda. Esta parte, que tendría interés histórico, se centrar en relatar pensamientos que parecen cocinados y que comparados con un solo día en la vida de Gregorio Samsa, parecen artificiales.
En fin, si os interesa este tipo literatura, el mejor libro que he leído has sido Cuerpos y Almas, de Maxence Van der Meersch, que describe la realidad terrible de los hospitales psiquiátricos de los años 40. Otros imprescindibles, aunque en tono más benévolo, serían como no, El hombre que confundió a su Mujer con un Sombrero, del genial Oliver Sacks o Los Renglones Torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena.
Y para ilustar este resumen, la increíble The Cinematic Orchestra.
Enjoy!