A estas alturas del siglo XXI, la animación por ordenador parece no encerrar misterio alguno, pero cualquiera que haya prestado atención a este campo de la ciencia de la computación es consciente del enorme avance experimentado en los últimos 40 años. Como reseña personal, computación gráfica fue la última asignatura que aprobé y Computer Graphics de Foley, aún es una de las referencias que recuerdo con cariño.
Sin duda gran parte de los increíbles resultados son debidos a la archiconocida Pixar, y a su presidente, Ed Catmull, que aunque posiblemente desconocido para el gran público, es un científico reconocido con infinidad de menciones y premios, entre los que se encuentra el Premio Turing que concede Association for Computing Machinery. Tras una vida dedicada a la animación, Ed Catmull publicó hace un par de años un libro donde comparte su experiencia vital, su visión sobre la organización empresarial y su pasión por la animación digital.
Todo esto queda patente desde las primeras páginas y confirman algunas de las buenas prácticas reconocidas, mucho más de lo que realmente se utilizan: contratar a gente más inteligente que tú, controla tus inseguridades dando oportunidad a explorar las formas de mejorar y facilita la conversación al margen de jerarquías.
Sin duda se puede argumentar que a toro pasado, siempre es más fácil, y de hecho el autor no oculta el viaje a lo largo de los años, las incertidumbres aplastantes y las innumerables ocasiones en las que estuvieron a punto de fracasar o la incapacidad de la industria predominante para encontrar la forma de fomentar y beneficiarse de las tecnologías disruptivas. Sobre esto cabe preguntarse si no se tratara de una imposibilidad metafísica, aunque eso será objeto de próximas lecturas.
Por destacar algunas ideas: tan pronto como en la página 43, se presenta el beneficio de la ciencia en abierto, resaltando que "las relaciones y conexiones que se crearon resultaron ser más valiosas de lo que imaginaron", cuando estando al principio de su carrera trabajando en el Instituto Tecnológico de Nueva York, decidieron empezar a publicar sus avances en el campo.
Las pistas acerca de la personalidad de Ed Catmull aparecen mucho antes, y estoy convencido de que esta alejó personajes tóxicos y atrajo a mentes brillantes, de personalidad abierta que sin duda completaron la visión de lo que es colaborar, de las oportunidades de la innovación. Pero no en todos los casos.
Como es conocido, Steve Jobs salvó la compañía de un futuro incierto financiando su actividad con sus propios recursos, lo que le llevo a trabajar estrechamente con Ed Catmull. En el libro, no se evita relatar la experiencia, aunque ciertamente sin entrar en demasiados detalles. Aún así me parece una referencia justa, a la vez que benevolente, incluso poética, con referencia al Viaje del Héroe, que deja claro que Jobs era un capullo cuando dejó Troya, pero ciertamente llegó héroe a Itaca.
Sorprende el espacio que concede el autor a elementos emocionales de la dirección como son la sinceridad y la gestión del fracaso y el miedo. Según aumenta mi experiencia también considero estos elementos más y más importante, incluso dramáticamente críticos cuando las organizaciones crecen, ya que si en pequeñas startups su gestión es complicada, creo que en grandes organizaciones son imposible de gestionar, y solo el desarrollo de una cultura de empresa puede paliar a medio/largo plazo las dificultades derivadas.
Estos elementos análisis emocional ocupan la parte central del libro, que está repleta de interesantes reflexiones. A mi particularmente me han llamado la atención dos: la reflexión sobre la crítica y el cómo nos enfrentamos a la incertidumbre.
La parte correspondiente a la crítica artística se recoge al final del capítulo 7, La Bestia Hambrienta y el Niño Feo, donde se recogen las palabras el crítico culinario Monsieur Ego, personaje de la película Ratatouille, cuando finalmente se rinde al hecho de que creaciones absolutamente maravillosas pueden venir de las criaturas más insospechadas, conectando sus creaciones con rincones de nuestro espíritu que ni sabíamos que existían. En sus palabras reconoce la importancia del papel que la crítica tiene en la protección del proceso y la innovación creativa.
Respecto a la forma en la que nos enfrentamos a la incertidumbre, las reflexiones del autor, recogidas en un par de capítulos, lo que más me ha gustado es como introduce la reflexión sobre la experiencia, afirmando que sabemos tan poco del pasado como del futuro, ya que en muchos casos las conclusiones o enseñanzas que extrapolamos de nuestra experiencia, en particular ante problemas complejos, pueden estar basada en elementos o análisis erróneos. Esto, que inevitablemente nos conduce a ya conocido Stop Making Sense, se suaviza con un manual de instrucciones recogido en las últimas líneas del correspondiente capítulo: franqueza, seguridad, investigación autoevaluación y proteger lo nuevo. Considerando las veces que el autor reconoce lo eventual de no ya su éxito, si no su propia existencia, yo no me abrazaría demasiado sus instrucciones, y releería a Nietzsche.
Por último, los tres capítulos finales contiene reflexiones sobre algunas ideas importantes. En primer lugar, explica de manera superficial cómo algunos de los directores de Pixar manejan el estrés asociado a su trabajo. Sin duda interesante, pero algo ingenuo. El siguiente capítulo explica el proceso de integración con Disney tras la compra de la compañía en 2006, haciendo especial hincapié en los elementos culturales. Estos dos capítulos por si mismos darían para un libro cada uno, pero menos es nada.
El último capítulo del libro habla de nuevo sobre la figura de Steve Jobs, aunque no aporta nada a lo ya dicho. Las últimas páginas se dedican a una colección de aforismos o recetas de gestión y los agradecimientos.
A pesar de tratarse de un libro realmente interesante, echo en falta algunas referencias bibliográficas. El autor cita numerosos libros leído mientras intentaba aprender a gestionar empresas, por lo que intuyo que era un avezado lector, pero no se incluye ni una sola. En un libro que transmite bastante honestidad, también se echa de menos alguna reflexión, desde el punto de vista de gestión o incluso personal, sobre las razones que llevaron a John Lasseter a dejar la compañía. Pero es comprensible.
En definitiva altamente recomendable.
Y para poner música a esta entrada, qué mejor que Flook, que he descubierto recientemente y me retrotraen a una época lejana de mi vida.
Interesante referencia que llega a mis manos precedida de la aparición de una serie inspirada en el texto. Aunque no he visto la serie, me la recomendaron efusivamente y esto me llevo a leerla.
Una de las primera cosas que me ha sorprendido son las profusas explicaciones sobre la historia que contienen la descripción de la contraportada y en el prólogo de la autora. Aunque al principio parece excesivas, una vez leído el texto, me parecen incluidas para que el texto no defraude a aquellos que han visto la serie. En mi caso, no había tal necesidad.
Así que sin demasiadas pretensiones, la lectura me ha gustado realmente. El texto comienza con la descripción de ambientes opresivos, o intimistas, ya que en realidad no parecen conectados con el regimen totalitario que poco a poco se va abriendo camino en la historia. Lo cierto es que la autora trasmite de manera efectiva los pensamientos, las sensaciones que la protagonista va experimentando y solo a partir de la mitad del texto estos aparecen conectados con la parte del régimen totalitario.
No se si intencionadamente o de manera fortuita, todos los elementos de una sociedad totalitaria van surgiendo lentamente: las reglas que buscando proteger y mejorar la vida de las mujeres se convierte en los fundamentos de la opresión, la casta de sacerdotisas, los ritos pervertidos que aplastan a los que se suponen que protegían, la corrupción que permite escapar de sus propias reglas a los que más se benefician de ellas. En fin, la misma historia de terror que hemos vivido una y otra vez, pero ahora en nombre de la protección de las mujeres.
El efecto es realmente bueno, al menos en mi opinión, pues a la vez que una excelente novela sobre lo que podría ser la historia de una mujer que pierde a su familia y entra en un convento, por ejemplo, se revela la descripción de un futuro de terror probable, donde dogmas nuevos alimentan a los inquisidores de siempre.
La postura de la autora parece clara: Como en Un Mundo feliz: si después de tales tempestades, la protagonista de la novela afirma: "El amor. [...] Enamorarse". Es decir, la libertad dista de ser perfecta, pero nunca podrá ser reemplazada por las religiones del odio, prestas siempre a pervertir nobles ideales, para eregirse en prescriptores de fatwas.
En fin, muy interesante.
Que mejor que Mná na hÉireann (Women of Ireland) para poner banda sonora a esta entrada. En esta versión se funden la primera parte, que podría ser un lamento por las todas las mujeres, con la parte final de rebelión.
Después de un largo tiempo un tanto atareado, comienzo a leer a velocidad de crucero, sin duda ayudado de cierta literatura intelectualmente laxante. El caso es que encontré una referencia en prensa sobre este autor israelita, con experiencia acreditada en labores de espionaje, y aun consciente del negocio de las reseña me dije, ¡qué demonios! igual tenemos entre las manos a un nuevo Ian Fleming.
Desde el primer moment, el texto resulta imposible de dejar. Los capítulos, de extensión reducida, saltando entre distintos escenarios de la narración a lo largo de las 24 horas de la historia, resultan pegadizos. Sin duda cumplió su cometido.
Por lo demás, el conjunto de tópicos es completo: chutzpah, outsiders, chica honrando la memoria de padre fallecido, contrainteligencia, incorruptible que enamora, malos regulares, que no terminan de pagar, realpolitik y la estupidez infinita del enemigo que convertiría en el mejor servicio de inteligencia del mundo a la mismísima TIA. El remate, un dispositivo móvil que hace muchas cosas.
Entre todo esto, aparece algún detalle interesante sobre la idiosincrasia del servicio secreto israelita, pero la verdad es que la ausencia de una labor algo más completa de documentación transmite la sensación de oportunidad perdida.
En cualquier caso, recomendable, para una lectura sin pretensiones, conveniente de cuando en cuando.
Por cierto, gran parte de la narración transcurre en Paris. En mi último viaje de este año, pase un par de días por allí y no estoy seguro porque entendí lo que no había visto en mis viajes anteriores.
Referencia sobre el destrozo económico a nivel mundial producido por la "alienación" en los mercados estadounidenses de bonos. Es la primera referencia de Michael Lewis que pasa por mis manos y realmente es muy interesante.
Para aquellos que no lo recuerden, desde finales de 2007 y durante todo 2008, las perturbaciones en los mercados financieros destruyeron la economía de los Estados Unidos y por derivación de otras zonas del mundo, especialmente Europa. Las razones, básicamente avaricia y estupidez a niveles inimaginables, y la historia de algunos de sus protagonistas se recogen en las páginas de este libro.
El autor relata las actividades financieras de un conjunto de personas que fueron capaces de anticiparse, y apostando adecuadamente, hacerse enormemente ricos. La historia es realmente atractiva, contando con los elementos necesarios para que posteriormente se produjese una película (también altamente recomendable): expertos con síndrome de Asperger, individuos con ciertos niveles de marginalidad y recién llegados. Si alguien espera también el consuelo de que los malos se llevan su merecido, bueno...
Los detalles técnicos son realmente complicados, aunque el autor hace un esfuerzo importante para que cualquiera con conocimientos básicos de economía y algo de sentido común puedan entenderlos. A la vez, se cuentan con los detalles suficientes y las referencias adecuadas para que sea también una excelente referencia para expertos.
Como no podía ser de otra forma, de los detalles de los grandes bancos de inversión, los organismos regulatorios y politicos, que extrepitósamente fallaron en su detección y paliar su impacto, el libro no muestra demasiados detalles. El hecho, de que finalmente nadie fuese encontrado culpable, podría hacer pensar que todos ellos lo eran y que enjuagaron en la hacienda pública y los ciudadanos de a pié las astronómicas pérdidas derivadas de sus acciones. Es posible hacer una idea sobre esto echando un vistazo a este documental.
Aunque entiendo que podría limitar la audiencia del libro, hubiese estado bien contar con algunos gráficos para mostrar la envergadura del desastre, referencias técnicas y una linea de tiempo de los distintos sucesos de la historia. Aunque supongo que habrán otros textos de corte más técnico que muestren todos estos datos.
Un par de reflexiones:
Es difícil llegar a imaginar el impacto en millones de personas del desastre económico. Los números son escalofriantes, pero como siempre, no reflejan la miseria a la que se condujo en infinitos casos. Si no recuerdo mal, la película destaca una cifra: cada vez que sube el paro un 1% mueren 40.000 personas (mas información aquí).
La situación es tan delirante que uno no puede evitar reírse a carcajadas durante la lectura, incapaz de creer que pudiesen darse las situaciones recogidas. Supongo que aquí la risa actúa como mecanismo de defensa, acto reflejo frente al sinsentido.
Por último, una nota curiosa: en muchos países el contagio se debió a la conexiones propias de los mercados, por ejemplo en Suiza, el UBS o el Credit Suisse jugaron el papel de dinero tonto. En España, la crisis puso de manifiesto que la avaricia y la estupidez que tuvieron los bancos de inversión americanos, se concentro en las cajas de ahorros, cuyos consejos de administración estaban poblados de políticos de toda signo y que demostraron ser igual de estúpidos y avariciosos como para llevar a la ruina a estas instituciones. Siguiendo la estela de lo ocurrido en Estados Unidos, hubo un enjuague institucional y aquí paz y después gloría.
En fin muy recomendable (por cierto la lei en formato digital).
Como diría Mafalda, que pare el mundo que me bajo... o como diría John Denver...