sábado, 30 de abril de 2022

Sonámbulos, de Christopher Clark

And as we wind on down the road
Our shadows taller than our soul

Tras leer Los Cañones de Agosto, tenía pendiente profundizar algo más en la historia de la Primera Guerra Mundial. Uno de los libros más citados últimamente era precisamente Sonámbulos y tras un lapsus en lecturas histórica, ha llegado el momento.

La primera parte, Los Caminos  que llevan a Sarajevo, analiza las secuelas de la Guerra Franco Prusiana de 1870 y el desmembramiento del Imperio Otomano en los Balcanes. Comienza presentando el nacionalismo Serbio, que caótico y corrupto, aunaba intereses en torno a una concepción maximalista, en términos de influencia geográfica, y xenófoba en contra de los que consideraba ocupantes de su patria delirante. Esta concepción asesina y genocida se convirtió en un mecanismo para hacer coincidir la realidad con esa ensoñación demencial que llamaban patria.

Otro elemento para mi sorprendente es como las naciones más desarrolladas y que pudieran pasar por civilizadas instrumentalizaron el nacionalismo como peones de una lucha a muerte entre ellas. A falta de soluciones beligerantes más convencionales que habrían de desarrollarse más tarde, manejaron el nacionalismo como arma letal. 

La Primera Guerra Mundial solo fue el desenlace del odio anidado en la sociedad Europea durante generaciones, que si bien hasta ese momento se había resuelto como sesiones dominicales de deporte mas o menos sangriento, pero dejando al margen a la población civil, el desarrollo industrial y la tecnología pusieron armas de destrucción masiva al alcance de los sociópatas de Europa. 

Produce estupor pensar como, contando con tales antecedentes, la sociedad y las instituciones europeas miraron hacia otro lado, permitiendo una nueva Guerra de los Balcanes que trajo al corazón de Europa, llegando al siglo XXI, todos los horrores del nacionalismo. En esa misma línea, aún en España sufrimos ese nacionalismo que no por delirante es menos xenófobo y hasta recientemente genocida, con la indiferencia, sino complacencia de gobiernos de toda Europa.

La segunda parte, Un Continente Dividido, resulta más sorprendente si cabe. En esta parte se presentan los elementos que determinaron la política exterior de los principales países que participaron en la contienda, es decir, Alemania, Francia, Reino Unido y Rusia. 

El primer hecho llamativo es la desmedida ambición imperialista de estos países, que no dudaron no solo en aplastar y someter a todos aquellas pueblos dentro de los dominios a los que se consideraban con derecho, sino que incluso abocaron a la guerra a sus ciudadanos por ser incapaz de repartirse el resto del mundo. En este sentido se echa en falta un análisis de cómo los poderes económicos con enormes intereses en este delirio imperialista influyeron en el desenlace final. Aunque no se menciona, no resulta complicado percibir su presencia.

El segundo hecho francamente revelador es la ausencia de dirección o mejor dicho autoridad en la política exterior que concatenó pasos en la trágica escalada, sin que estuviera claro de dónde surgieron. 

Por un lado, los monarcas en los imperios germano o ruso, o una corte de funcionarios capaces de manipular a los ministros de economía, defensa o exteriores en Francia o ministros que confabulaban de espaldas al resto del gobierno y por supuesto el parlamento, terminando con una opinión pública, signifique esto lo que signifique, que alimentaba su odio de una prensa intoxicada o intoxicadora, siempre dispuesta a vender una portada o columna de opinión. 

Como bien dice el autor;

[...] la rápida sucesión de interacciones entre las estructuras ejecutivas que apenas conocen sus mutuas intenciones y que obran con un bajo nivel de seguridad y confianza (incluso dentro de las respectivas alianzas) y con altos niveles de hostilidad y paranoia. 

Es más, me atrevería a decir, que tanto fue así, que no satisfechos con los veinte millones de muertos, apenas pasados 20 años estarían listos para una revancha casi definitiva. O peor aún: el autor apunta a la referencia The War Council: McGeorge Bundy, the NSC, and Vietnam de Andrew Preston (Cambridge, MA, 2006) en la que se describe una lucha de poderes similar, con el desenlace también conocido y que Max Hasting describen en Vietnam: An Epic Tragedy, 1945-1975 y que ha guiado la excelente serie documental The Vietnam War.

Como colofón de esta segunda parte, el autor incluye una breve sección a la que llama "¿Una crisis de masculinidad?" y donde presenta una perspectiva de género de los principales actores del hecho histórico. En esta sección se incluye lo que pare mi resulta más interesante: los desequilibrios mentales, naturales o provocados por el estrés, que presentaban casi todos estos actores. Sea como fuere, el escenario resultaba idóneo para el desenlace finalmente acaecido.

La tercera y última parte, llamada "Crisis", arranca con la narración del fatídico día, que contiene todos los elementos de un thriller moderno, y que conduce a una lectura trepidante. Curiosamente, no incluye detalles adicionales significativos y podría decirse que pasa de puntillas sobre los aspectos policiales y judiciales de la investigación, para saltar rápidamente al análisis de las reacciones políticas.

He encontrado especialmente interesante que, como parte de este análisis, el autor incluye los elementos de la teoría de la decisión que caracterizan el razonamiento e introduce como decisión de opción, transformadora e irreversible, a la que se enfrentaba los dirigentes austrohúngaros. A resumidas cuentas, parece que se trata de una decisión en la que no puedes acertar...

Por lo demás, en esta tercera parte, se ahonda en lo que a mi parecer son las principales ideas del texto (1) la decadencia inevitable del imperio Austro Húngaro, (2) el carácter preventivo que la guerra adquirió para Alemania y (3) la hostilidad latente con la que Francia y Rusia alimentaron no solo el nacionalismo Serbio, sino la desestabilización de la región balcánica completa, incluyendo el Imperio Otomano. 

Escribo estas líneas durante la guerra desencadenada por la invasión de Ucrania por parte de Rusia y, supongo que es inevitable observar estos sucesos bajo la influencia de lo que acabo de leer. Asumir este sesgo, no me hace más llevadero el desaliento.

En fin... 



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